Con motivo del Día del libro el Departamento de Español de Primaria ha celebrado la entrega de premios de relatos cortos de Year 6. Ha sido un emotivo encuentro virtual. Vicente López Abad, ex alumno, escritor y profesor de Cultura Hispánica en la Universidad de Wisconsin, ha sido el juez de este concurso.

“No solo como escritor y profesor, sino como Old Caxtonian, ha sido emocionante leer los cuentos de estos pequeños compañeros de la vida que andan por un camino tan parecido al que uno, hace años, transitó. Compartir escuela es compartir un mismo paisaje interior, es como ser compadres del mismo pueblo. Es subirse todos los días a un mismo escenario donde la misma obra, improvisada, transcurre por derroteros radicalmente distintos, los de una expedición en canoa hacia lo desconocido (el descubrimiento intelectual, la madurez física, la construcción de ciudadanía) acompañados por otros que como nosotros bogan también en pos de su propia narrativa, enfrentados y hermanados por los mismos retos y conflictos, y animados, en ocasiones, por los mismos mentores (a quien esperamos les dure muchos años más la salud y el entusiasmo, McGuire, Cora García, Mar González, Clement, Demello, Miller, tantos y tantas otras). Ha sido un placer leer los cuentos de estos pequeños compañeros de la vida y les deseo a todos muchos éxitos y alegrías: seguid aprendiendo y leyendo y escribiendo, esa es la receta de la eterna juventud.”

Ganadora del Premio Literario de Relato Corto de Primaria

El escudero y las monedas

Por Inés G. Year 6

Hace mucho tiempo, en el último año del reinado de Alfonso de León, vivió un pobre campesino llamado Arturo. Él y su familia, aunque apenas podían comer, tenían una vaca que les daba leche y un huertecillo de remolachas. Era una familia humilde y generosa, siempre ayudaban a sus vecinos y si había una tarea que hacer en la aldea eran los primeros en ofrecerse. Su casa estaba situada en la falda de una colina junto a su aldea natal, que pertenecía al feudo de Toledo. La vista desde la pequeña casa era espectacular, miraran donde miraran, podían contemplar árboles rebosantes de frutos y flores, huertas y tierras de labranza e inmensas praderas que parecían hechas de esmeralda bajo la luz del sol.

Arturo siempre vestía lo mismo, una vieja camisa, más que remendada, que llevaba atada a su cintura con una cuerda, todos los días calzaba los mismos zapatos manchados, que como la mayoría de sus cosas, estaban hechos por él. Al caminar sentía la tierra y el frío .El campesino era siervo de un poderoso y noble caballero que poseía muchas tierras y un castillo. De vez en cuando le servía como escudero, siempre era muy fiel a su caballero, el cuál apenas le reconocía su agotador trabajo.

Era un día laborioso para Arturo, el caballero participaba en un gran torneo , dejando a su escudero al cuidado de sus armas de combate. Al partir, el caballero dejó abiertos todos sus aposentos, pues confiaba en cuantos le servían. Ensimismado en sus quehaceres, Arturo rodeó las murallas del castillo y entró a través del puente por el patio de armas, recogió una vieja armadura y casualmente, hechó un vistazo, a través de la puerta abierta de la habitación de su señor. Después de dar vueltas al asunto, el escudero, que estaba decidido a sacar a su familia de la pobreza, entró en el cuarto, para quizás y solo quizás , robar alguna cosa de valor. Así que entró. Lo que encontró allí, sería suficiente para saciar a un pueblo entero, cofres llenos de monedas y joyas, por no hablar de los cientos de trajes y toda clase ropajes elegantes, colgados y resplandecientes, dentro de inmensos armarios de madera de roble. El escudero se quedó perplejo.Cruzó la habitación y silenciosamente se acercó a uno de los cofres, metió la mano y …… ¡ De allí sacó por lo menos treinta monedas doradas!. Arturo no era tonto y sabía que si no quería ser descubierto debía robar lo mínimo, pero aún así, cinco monedas significaban para para él la salvación de su familia. Así que, cogió solo cinco monedas y salió por donde había entrado. Al salir se fijó especialmente en un tapiz enorme de seda que estaba colgado en el pasillo de la entrada. Pero no sabía que detrás del tapiz se escondía uno de los guardias del caballero que casualmente lo había visto todo desde una ventana y allí agazapado se escondía. Al día siguiente, el guardia le dijo lo que había visto a un amigo, y éste a su vez se lo dijo a otro amigo, y pronto todo el servicio del castillo se había enterado de una manera u otra del acontecimiento. El caballero no tardó en enterarse y mandó que se registrara a todos los siervos. El escudero nunca había estado tan nervioso. ¿Que podía hacer? Le habían visto entrar en los aposentos del caballero. Le iban a descubrir. Esperó, como todos, a que un guardia le registrara. Aún, conservando un ápice de esperanza, se metió las monedas en la manga y rezó por que no le descubrieran. Desgraciadamente un guardia le tocó el brazo y…¡ las encontró!. El caballero pedía su cabeza. Rápidamente Arturo se echó a correr y esquivó a los guardias uno tras otro, hasta que consiguió abandonar el castillo. Corría como nunca lo había hecho, al pasar por su casa le dejo las monedas a su familia y se despidió, huyendo al bosque, con intención de no volver jamás. Su familia afligida tomó una decisión, el mayor de los hijos devolvería las monedas. El muchacho con tal intención solicitó audiencia a su señor. El caballlero, al escuchar lo bondadosa y necesitada que era su familia, se apiadó del niño le nombró su nuevo escudero y perdonó a Arturo, dondequiera que estuviera, porque nunca volvió a su aldea.

Te animamos a que leas el resto de relatos finalistas y con mención especial:

El duque, el campesino y la armadura mágica” Carlos De Q. 6B

El Marqués Juanma y sus tres escudos de oro” Jacobo B. 6A

La espada legendaria gélida” Martí R. 6A

Todos iguales “Paula S. 6D

Un rey fiel” Edu A. 6C